Te siento, Septiembre.
El mes que me salva para no acabar loca de remate. Contigo no me despido del calor, pero si de ese angustioso y horrible calor que nos azota cada Julio y Agosto. Septiembre, me traes esperanza, algo de brisa, nuevos comienzos, una nueva oportunidad. Para mi el comienzo de un nuevo año no sucede el 1 de Enero, sino con el comienzo de tu mes.
Eres muy importante.
Ayer me reuní con mi terapeuta después de 2 meses sin verlo. Creí que no lo necesitaba, ¿para qué?, en Verano ya estoy k.o de por si, pero si, lo necesitaba. Fue entrar en la sala de espera y ese característico olor que logra conectarme automáticamente con mi yo más vulnerable. Su olor, la música que suena de fondo y cada uno de los elementos que conozco como si se tratara de mi propia casa.
Pero no fue hasta que lo vi cuando me caí en pedazos, toda esa emoción contenida se hizo añicos. Necesitaba verlo, que pronunciara mi nombre con esa calidez y alegría. Y sentir a través de su mirada un «pase lo que pase, todo estará bien».
Es increíble, yo también soy de las que creía que para ir a un terapeuta una no podía estar muy bien de la cabeza. Y creo que todas las personas alguna vez en su vida deberían acudir. A un buen profesional. No hay nada más reconfortante como poder ser TÚ en toda su esencia. Con sus virtudes, sus miserias, con sus mala palabras, con sus lloros desconsolados y obsesiones más tontas y absurdas. Ahora lo sé, es necesario.
Mi terapeuta me recomendó 2 lecturas que estoy deseando comenzar a leer. Como la niña que tiene ganas de estrenar los cuadernos y los bolígrafos que acaba de comprar en su nueva aventura escolar. Así me siento. Pero lo que vino cuando llegue a casa fue la más absoluta tristeza. Me di cuenta de todo lo mal que he estado y sigo estando y como aún sigo reprimiendo esos sentimientos y no pido ayuda. Porque este Verano la he necesitado. Y no he sido capaz de coger el teléfono y llamar a mi terapeuta. Me hubiera ayudado tanto! a calmar y rebajar mi ansiedad. Me di cuenta de lo vacía que entonces me sentía. Vomité todo y me quedé en cueros. Y sentí que no quedaba nada bueno en mí.
Me sentí miserable. Y vacía, muy vacía.
Necesito volver a recopilar todas esas piezas del puzzle que en algún momento tiré y me olvidé de recoger y meter en su cajita.
Necesito volver a recordar todas esas cosas simples que me hacen tan feliz.
Porque el Verano me ha despojado incluso de esos recuerdos.
Septiembre llega para mi como mi salvador. Os parecerá una rematada tontería pero como madre, este momento, el de ahora, ha sido mi máximo proyecto a corto plazo. Sino el único desde hace unos meses.
El comienzo de la guardería era algo que necesitaba. Esto es todo lo que necesito para comenzar a reconstruirme. Tiempo. Para mí, para poder mirarme al espejo sin ver algo horrible y dejado, volver a quererme y tener ganas por vestirme, maquillarme, amar mi cuerpo, mi cabeza, mis neuronas. Escribir, leer, leer mucho, escuchar mi música, poder concentrarme en tareas sencillas, hacer deporte y sentir que mi cuerpo también es fuerte. Y sentir que sigo activa, que mi corazón late y no solo por mi hijo, sino por la vida en general. Y a partir de ahí, pensar en mi como profesional, como alguien que puede ofrecer algo bueno a los demás. Volver a reconectarme con mi vida de una manera sana, positiva y en calma.
Septiembre, ya te siento…
Tengo muchos deberes para este nuevo curso escolar.
Pero me siento más que preparada.