Desde que Laika nos dejara, hace ya un año y 5 meses, no me he visto con las fuerzas necesarias para coger mi cámara e irme con el coche a darme un paseo sola por los pueblos que tanto me gustan de la Tramuntana. Especialmente Puigpunyent. Un lugar que viene intrínsecamente conectado con mi pequeña.
Cuando mi alrededor se me hacia agobiante, las dos escapábamos durante unas horitas a lo que llamaba mi “otro mundo”. Era un mundo donde sólo estábamos las dos y era mágico. De repente volvía en mí la creatividad y mis ganas por ver a través del visor de mi cámara esa belleza que veía menos nítida por ese cansancio, aburrimiento.
Ahora siento lo mismo pero no la tengo a ella para poder escaparnos a ningún lugar. Y te das cuenta de que no era la cámara, darme un paseo, tomar aire fresco un poco lejos de aquí, sino que era ella. Su compañía.
La presencia de Mia hace casi un año ha causado un efecto muy positivo en mí, en Oscar. Tanto que mis recuerdos por Laika ya no son diarios, ni intermitentes. Algunas veces se me olvida que se me murió la parte más importante de mi vida. Pero últimamente es como si su recuerdo se me hiciera tan vivo que me es imposible no pensar en ella por todo. Y soy consciente de que Mia nunca podrá ocupar su lugar porque no puedo llevarla conmigo a esos rincones donde he compartido tantas cosas con Laika.
Ahora siento algo de hastío e incluso tristeza con mi alrededor. Y necesito escapar hace días pero un día tras otro lo voy postergando. “mañana, mañana”. Y no escapo porque las lagrimas me inundan y no soy capaz de enfrentarme a una rutina sin ella.
Pero debo avanzar. Estoy segura que durante el camino por la carretera vieja rodeada de naturaleza, Laika estará como de costumbre, sacando su cabecita por la ventanilla para tomar el aire. Y yo, como siempre, la miraré embobada y sonreiré al verla tan feliz. Le diré: “cuidado princesa, que te vas a caer. No te asomes tanto” Y cuando lleguemos y bajemos del coche ella me conducirá a nuestro rincón. Y mientras ella olisquea todo lo que se encuentra a su paso, yo sacaré de la mochila mi cámara, siempre atenta a su mirada. Y junto a ella fotografiaré un mundo algo más bello, con más sentido, más nítido.
Todo eso pasará en mi alma. Y nada volverá a ser diferente.
Es hora de volver a retomar una vieja rutina.
Desgraciadamente hay heridas que no se cierran, simplemente se aprende a vivir con ellas.
Un beso