Cada Agosto, cuento los días que me quedan para decirle adiós a un Verano con el que nunca me llego a reconciliar. Lo he intentado, os juro que cada año, para sobrevivir, me he permitido tener buenos propósitos, hacer migas, ir de la mano con esta estación. Si, lo intento, pero estamos condenados al fracaso. He llegado a la conclusión de que mi cuerpo y mente tienen una mala reacción con el calor. Algo así como una especie de alergia. Estamos acostumbrados a decir que a la mayoría de personas el invierno les deprime, la Primavera les hace estar como una montaña rusa. Pero nadie habla del Verano.
Llego a final de Agosto casi casi a rastras, con el estado de ánimo por los suelos, una energía bajísima (por no decir inexistente) y que desde soy mamá me dura un poco más. Pero mi cerebro no piensa con claridad. Me cuesta. Tengo ganas de llorar casi a final de semana y lo hago un ratito mientras me pego una ducha rápida. Y es el calor, este maldito y excesivo calor.
No siempre tuve esta animadversión a esta estación. He sido una niña muy veraniega. Mis recuerdos más bonitos de la infancia y adolescencia acontecen en Verano. Pero creo que nos estamos cargando a pasos agigantados este mundo en el que vivimos. No recuerdo días interminables sin poder apenas salir de casa porque no puedes poner un pie fuera de casa sin achicharrarte. Somos bastante culpables de que ello suceda. Es muy triste.
Mis veranos de infancia me saben a sal del mar, me huelen a aceite de coco que casi todos los extranjeros se echaban a raudales e impregnaban toda las playas a las que iba. E iba muy a menudo. Disfrutaba de ella. La luz era diferente. El sol pegaba de forma diferente sin hacer daño, los días eran bonitos. Me pasaba el día fuera de casa, con los amigos, conversando, o haciendo alguna locura patinando (me pasaba el día en patines). O enamorada del mismo chico durante muchos veranos y pensando en cómo recuperarlo.
Los Veranos que recuerdo eran apacibles. Fuera había gente. No solo para ir a la playa o estar en remojo en la piscina del pueblo, sino que había gente por las calles.
Me costaba estar en casa. Siempre tenía mil y una cosas que hacer. Mi mente no paraba de crear. Mi cuerpo tenía energía.
Algunas veces me despierto con el recuerdo muy presente de todo lo vivido.
Imaginando que algún día todo volverá a su cauce. Y los Veranos serán veranos, y el Otoño tendrá cabida en esta isla sin pasar rápido y de puntillas.
Soñando con que cuidando nuestro planeta, volvamos a recuperar el equilibrio y armonía.
incluso en esta estación, mi cuerpo me pide buscar escenarios que me ayuden a sobrellevar el calor. Más frescos e inspiradores. No siempre es fácil. Pero a veces lo consigo.
Hola Lorena! Qué bonito el post y las imágenes que lo acompañan! No puedo estar más de acuerdo con todo lo que dices, cuánta razón! Y cuánta nostalgia! Me has hecho recordar muchos veranos de mi infancia y adolescencia cuando no quería que el verano terminase nunca, en cambio ahora, estoy deseando que acabe por este horrible calor , tan difícil de soportar, una pena la verdad… Ya queda poquito… creo que en unos días el tiempo nos dará una pequeña tregua. Besos!
We had a week or two of crazy temperatures here as well. So I’ve experienced what you experience every summer, and it was exhausting and mind numbing. I’m counting the days too.
And every time i get into the car, I feel guilty for adding another bit of pollution in the air 🙁