he deseado tanto que llegase este momento que ahora soy incapaz de describir todo lo que se me pasa por la cabeza.
Todavía me siento incrédula al pensar que el jueves pueda despertarme a la hora de mi reloj biológico y no de una alarma de móvil. Aunque bien sé que durante unas semanas mi alarma interna estará en pie a las 6 y cuarto, como de costumbre.
Estoy expectante con todo lo que me espera vivir este verano. Relajación es lo que más añoro, leer libros, escuchar música, pasear al atardecer por la orilla de la playa, escribir, empezar y terminar ese libro dedicado a Laika, cocinar, pintar las habitaciones, viajar a Finlandia y conocer otros rincones, a otra gente, otros olores. Esperar la visita de Katarina y disfrutar con ella un inglés algo más pasable que el de hace dos años, aunque no prometo nada o bien decirle: «vamos a la playa» conjugado en un pasado.
En fin, que han tenido que pasar 30 años para añorar un verano que jamás añoré.
Qué ridículo, no?
supongo que es síntoma de que ya estoy aquí…