All the deepest memories of my life, happens in a kitchen or around a table.
At home, in my chilhood, we had a round table, something great, those in which you could warm your feet in the cold winter. I loved the idea of being surrounded by my parents and younger siblings. We always watched, talked …leave the table to sit in front of the TV to eat, was an unthinkable
I remember that we were not very eaters. Rather, my mother was had many headaches. So much so that my brother, knowing that my mother would punish him for not wanting to eat all afternoon, he, very playful and had prepared a string of cushions to stay at siesta.
Odors have been perhaps the most significant. My mother’s coffee to wake up. And so relaxing that noise that alerts you with that wonderful smell that the coffee is ready.
Accompanied with a delicious toast with butter and bitter orange marmalade.
It is a ritual that, despite not having acquired it, has always seemed to me wonderful. And always, that coffee in the morning reminds me of her.
On the other hand, in the kitchen, especially on weekends, I smelled like steamed vegetables and almost always freshly baked chocolate cake.
My mother has always been an excellent cook, but especially pastry.
Currently preparing the most delicious desserts. And she knows very well play with the ingredients with her hands
And here I am, with the passage of time, my tastes have changed. Be in the hospital at 4 years for refusing to eat anything, to now, that I have the food as my greatest pleasure.
I love to dive into the kitchen to experiment, create, repeat the same recipes that my grandmother prepared and still not come out the same way (do not think it ever gets.), Or something I read.
In my middle shelf I have a collection of cookbooks, but I must admit I’m very bad to follow any instructions.
Dimensions, weights, quantities. Everything sounds like «boring.» And I know that it is necessary, however, I think my love of cooking is in my improvisation, spontaneity, that makes even recipes to get out better simply because they do not I face the unknown, but I play with ingredients as something inherent to me.
I love to spend part of my time in the kitchen because I de-stress. On weekends, Oscar and I acquired the healthy habit of going to market the city to buy fresh produce.
But overall, there is no better time to enjoy the dish at the table with a good company to light the candles and served with a glass of wine.
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Todos mis recuerdos más marcados suceden en una cocina, o bien alrededor de una mesa.
En mi casa teníamos una mesa camilla, algo grande, de esas en las que podías calentar tus pies en el frío invierno. Me gustaba eso de estar rodeada de tus padres y hermanos. Uno podía verse mejor, siempre surgían nuevas conversaciones y para nada estaba la idea de que uno la abandonara para sentarse al sofá y disgregarse del grupo. Era impensable.
Recuerdo que no éramos muy comilones. Más bien le dimos bastantes dolores de cabeza a mi madre. Tanto, que mi hermano, a sabiendas que mi madre le castigaría por no querer comer durante toda la tarde, él, el muy guasón ya tenía preparado una retahíla de cojines para quedase a echar la siesta.
Los olores han sido quizás lo más significativo. El café de mi madre al despertarme. Y ese ruido tan relajante que te avisa junto con ese maravilloso olor, que la cafetera está lista.
Luego a pan tostado y untado con mantequilla y mermelada de naranja amarga.
Es un ritual que, pese a no haberlo adquirido, me ha parecido siempre maravilloso. Y siempre, ese café de la mañana me recuerda a ella.
Por otro lado, en la cocina, sobre todo los fines de semana, me olían a verdura al vapor y casi siempre a bizcocho de chocolate recién horneado.
Mi madre siempre ha sido una excelente cocinera, pero especialmente pastelera.
Actualmente prepara los más exquisitos postres. Y es que sabe muy bien moldear con sus manos cualquier ingrediente.
Y aquí estoy yo, que con el paso del tiempo, mis gustos han ido cambiando. De estar ingresada a los 4 años por no querer probar bocado, a tener la comida, como mi mayor placer.
Me encanta zambullirme dentro de la cocina para experimentar, crear, repetir las mismas recetas que mi abuela preparaba y que todavía no me salen del mismo modo (no creo que lo consiga nunca.) o bien, algo que he leído.
En mi estantería tengo una colección mediana de libros de cocina, pero he de reconocer que soy muy mala para seguir cualquier tipo de instrucciones.
Medidas, pesos, cantidades. Todo me suena a “aburrido”. Y sé que es necesario, sin embargo, creo que mi amor por la cocina reside en mi improvisación, en la espontaneidad, que hace que incluso recetas puedan salirme mejores por el simple hecho a que no me enfrento a algo desconocido, sino que juego con los ingredientes como si fuesen algo inherente a mí.
Adoro ocupar parte de mi tiempo en la cocina porque me desestresa. Los fines de semana, óscar y yo, adquirimos la sana costumbre de ir al mercado de la ciudad para comprar productos frescos.
Pero sobretodo, no hay momento mejor que disfrutar el plato ya en la mesa, con una grata compañía a la luz de las velas y servido con una buena copa de vino.