Hay veces que no necesitas tener una receta o algo interesante que contar. Tengo el tiempo justo porque en breve voy a recoger a Nico a la guardería, pero el tiempo necesario para rescatar estas imágenes tomadas con mi cámara analógica en Menorca hace unos años y que con el paso del tiempo más y más me gustan. Me dan paz, me llenan de alegría.
Sin embargo, me da pena pensar que el amor de los habitantes de esa casa y que nos invitaron a pasar unos días, se esfumara años después. Y que ahora sean otros lo que estén dentro de esas 4 paredes. Otros paseen por ese campo cerca de casa, o se acerquen al vivero a comprar algunas plantas. O sean otros quiénes abran la ventana para dar de desayunar al gato que espera impaciente cada mañana y que quizás se preguntara al principio la razón del abandono. Abandonas tantas cosas, no sólo a la pareja, dejas vacío un hogar, todo lo sembrado en las tierras, la ilusión, proyectos, abandonas al gato callejero que ya es como si fuera tuyo después de tantos años dándole amor.
Alegría por ver estas fotos y saber que por lo menos tienes el recuerdo,
pena de saber que a veces lo que creías que era eterno,
no lo era.
Pero la vida sigue.
Irremediablemente sigue…