calma

La gente que me conoce sabe que me gusta la época de otoño e invierno. Es como si su atmósfera me embriagara con su silencio y amansara mi interior. Acalla ese ruido exterior que durante el verano ha estado persiguiéndome. No siempre me gustan los días nublados y oscuros. También necesito el sol, sobretodo aquél que sale después de días grises, de frío intenso.
Hace 3 años, en esta misma época, Oscar y yo andábamos perdidos en una casita rural en la montaña. Allí no existía el tiempo. Los días eran más largos de lo habitual. Durante esos días conseguí que mi mente y mi interior fueran al mismo compás sereno y pausado. Como aquel músico que después de meses sin coger su guitarra, debe ajustar las cuerdas para volver a coger el tono preciso. Y cuando eso pasa, una se siente con la fortaleza adecuada para volver al mundo real cogiendo las riendas de su vida. Se libera de cualquier prejuicio, de rabia, de impotencia. De normas, de lo qué quiere o no la sociedad. Uno es, en esencia.
Te encuentras en paz contigo misma.
Acallas las voces de fuera, para volver a escuchar las de tu interior.