Me alimento de la belleza imperfecta que encuentro a mi alrededor. A veces cuesta. Casi siempre la gente me dice lo bonitas que son mis fotos, y me gustaría mentirles, decirles que así es mi realidad, tal cual.
Siempre me ha atraído soberanamente el destino triste y caótico de la mayoría de artistas que he leído y he venerado desde que empecé a despertar mis ansias por querer entender la poesía, una imagen rota.
Y no miento si detrás de escalofríantes y maravillosos pasajes no se encuentra una mirada perdida, una vida amarga. Jamás podría compararme a ninguno de ellos pero es cierto que yo empecé a leer desde el dolor, me ayudaba a sentirme menos sola en una etapa difícil para mí, por otro lado, surgió el placer de la escritura como medio de evasión , aunque qué demonios, el arte siempre es una escapatoria dentro de este mundo lleno de dementes.
Y la fotografía, supongo que la elegí porque puedes sentirla más cerca, es menos abstracta y es más atrayente, más fácil de engañar.
Intento fotografiar de un modo bello, escenas de mi vida cotidiana porque quizás me produce dolor ver la verdadera realidad de mi día a día. Entonces, como si se tratase de barro, yo, inexperta en ocasiones, me vuelvo alfarera para crear algo más bello a la vista, con menos imperfecciones, aunque con ello no desaparezca la verdadera esencia de lo que es, pues su creador sabe el estado real de su creación, pero le alivia pensar que quizás el resto jamás se de cuenta.
A cualquier artista le produce hastío el mismo devenir de las cosas, y para no enloquecer ansía visitar otros lugares, pisar otras calles, oler otras atmósferas. Supongo que con el fin último de encontrar un destino distinto para su alma, con matices bellos, perfectos, pero tan acoplados a su esencia….
y poder así ser inmortal.
Aunque al artista se le olvida, casi siempre, que ese resignamiento durará menos de lo que él piensa.
Volverá entonces sus nuevas ganas por crear, reinventar dentro de lo inventado,
una nueva y mejorada existencia.