Me siento frente al ordenador con un vaso de agua y un bol de yogur natural con higos, nueces pecanas y un chorrito de sirope de agave (mi reciente obsesión y que os mostraré en fotos).
Estoy sentada, mirando este espacio en blanco que poco a poco voy rellenando.
Intento ordenar mis pensamientos.
Que nada suene a hueco y a lo mismo de siempre.
Hoy tengo muchas ganas de expresar. Nunca antes mi mente había estado tan fresca y llena de energía después de caminar entre la naturaleza. Hace dos años que no lo hacia. Ha sido la hora y media más gratificante y purificadora en años. He empezado a sanar mi interior. Algo en mi se ha despertado.
Hoy es el día 1.
Hoy dejo atrás algunas cosas,
y retomo otras con nuevas perspectivas.
Es un comienzo.
Pero también sé que cuando quiero y tengo ganas de expresar, más debo permanecer callada. Esperando a que todas esas ideas y pensamientos se serenen para ser expresadas de un modo coherente, pausado, real.
Ayer os prometí una receta (no de las más sanas) pero que disfrutamos muchísimo aprovechando la limpieza de nevera que últimamente hacemos y no me puedo sentir más orgullosa. No queremos tirar alimentos a la basura y creo que lo estamos consiguiendo con respecto a años anteriores.
Es un plato sencillo, nada innovador y donde me limité a improvisar con lo que tenía en la nevera y despensa. Para ello herví pasta, salteé calabacín, champiñones Portobello y brócoli y le añadí salmón desmigado que había cocinado a la plancha y para terminar, se me ocurrió preparar una salsa con un bote de nata que tenía en la nevera olvidado hacia meses y que me caducaba este mes.
He de decir que no ingiero nata hace año y medio más o menos. Decidí eliminarla de mi dieta porque me sentaba muy pesada, además de que empecé a preparar el famoso pollo al curry con leche de coco que es de los pocos usos que le daba a la nata. Pero que lo elimine de mi dieta no quiere decir que lo tenga desterrado, un alimento prohibido. No. Y me gusta tener de vez en cuando, especialmente cuando tengo visita en casa.
Así que cogí un puerro, lo troceé y lo sofreí. Añadí un buen chorrito de nata y dos cucharaditas de mostaza en grano. Salpimenté. Dejé que la salsa cogiera consistencia cremosa, uniendo la mostaza en grano para que formara parte de un todo. Ñam!
¡Qué plato tan rico!. La salsa ligaba muy bien con esa pasta, salmón y verduritas.
Para terminar de decorar el plato, espolvoreé un puñadito de semillas de sésamo negro.