Nuestra sociedad está cambiando de conciencia. Paulatinamente. A una más liberadora y amplia de miras. Llena de auto cuidado, de hábitos más saludables. Por el bien nuestro y del planeta que habitamos. Cada vez somos más aquéllos que queremos hacer un cambio sustancial en nuestro modo de vida y así aportar con nuestro granito de arena una mejora. Elegimos el bando de la sanación en contra de la destrucción.
Pero si nos fijamos bien, todo ello dentro de la mejora conseguida. Del después, detrás de una imagen bella. Pero si lo que queremos es impactar con algo menos bonito pero que exprese el horror de nuestra realidad, es con algo que no forma parte de nuestro entorno más cercano. De este modo consigues tu propósito: abres la conciencia de algunas personas, pero no dañas tu vida personal. No la expones. La salvaguardas.
Existe un tabú muy potente y para nada superado relacionado con el tema de la salud mental. Es cierto, a todos nos cuesta confesar que lo estamos pasando jodidamente mal. Cuando decides hacerlo, si te da la gana porque no estás obligado, se hace desde la distancia. Cuando todo ha pasado y ahora te sientes feliz, llena de energía, has sido como el ave fénix que renació de sus propias cenizas.
Lo que debe saber la gente es que puedes permanecer muchos años en ese proceso de depresión. A veces se supera un poco más, otras menos. Pero es una lucha constante que siempre formará parte de tu vida. Son aquellas sombras que van insertadas a ti.
Si, no quiere decir que no haya solución, recuperación. Estaría mintiendo si os digo que soy la misma de hace 10 años, pero estaría siendo deshonesta si os dijera que ya no siento ningún tipo de tristeza profunda, que esa depresión no me dejó taras de por vida. Tiene que haber algún momento de tu vida en el que hayas tocado tan fondo que decidas poner remedio y seguir sufriendo menos. Otras veces, aunque siendo ayudada, no lo consigues del todo. Eso se debe a muchos factores: educación, forma de pensar (patrones limitantes del pensamiento), experiencias personales, características innatas de la personalidad (hace año y medio descubrí que soy una PAS; persona altamente sensible. Que percibe y siente las cosas en otra frecuencia. No es una enfermedad, ningún defecto. Es algo valioso si sabemos encauzarlo bien. El problema es que la sociedad no ha estado preparada para esta clase de personas).
Lo mío fue un cúmulo de muchas cosas detonadas por un problema familiar que me explotó en la cara a los 25 años recién cumplidos. Pero antes de esa edad, ya llevaba un recorrido bastante extenso de sufrimientos varios. Sólo que la intensidad con la que uno vive esa juventud hace que su propia cuerda pueda estirarse más, un poquito más que cuando eres adulta en la que la inocencia brilla por su ausencia.
Llevo un rato escribiendo sin realmente pensar en el berenjenal donde me meto. Este blog es abierto y en el caben toda clase de opiniones pero por favor, desde el respeto. No es fácil para mi dar mi visión (seguramente todavía distorsionada). No pretendo hacer apología de nada. Únicamente os cuento mi experiencia personal. Ni más ni menos. Quizás alguno se pueda sentir identificado. Cuando lo haces, aunque nadie más que tú pueda ayudarte a salir de ese pozo en el que estás metido, te sientes comprendido. Y crees que formas parte de algo. Aunque sea del grupo de los que se sienten «depres».
Necesitamos compresión.
Sentirse comprendido en este proceso es lo más difícil de conseguir. Normalmente dejas de ser interesante para muchas personas. La enfermedad mental, da igual en cual de sus vertientes, todavía está mal vista. Y aleja. «Eres una persona carente de cosas buenas», «para qué estoy contigo si no me vas a aportar nada y solo me das negatividad», «no tienes credibilidad». En fin, ya os lo podéis imaginar…
Es así, nos cuesta estar en las malas. Y juzgamos. Juzgamos el por qué estará deprimida una persona si lo tiene todo. Si no pasa hambre, si tiene una pareja que le ayuda.. Seguramente pensemos que esa persona sea una desagradecida, una comodona. Que no quiere enfrentarse a sus problemas.
«bla, bla, bla» durante años me castigué porque ponía en los pensamientos de los demás, esas frases tan dañinas. Estoy segura que a veces no me equivocaba, pero bastante tenemos que lidiar en nuestro interior para encima hacernos el camino más pesado regalándonos hipotéticos pensamientos ajenos.
Esto es algo con lo que tengo que trabajar en mi día a día. Ser consciente de que tu forma de pensar te esclaviza es un paso enorme para tu recuperación. Pero no siempre se consigue. Habrá días, etapas e incluso algunos años donde parezca que todo haya sanado y se respire calma a tu alrededor, y habrán otros grises donde la tristeza y el vacío, sin saber cómo, asomarán la patita, luego la mano, la cabeza hasta convertirse en tu propia sombra.
A ver, parece que queremos estar mal porque si. O por lo menos parece que lo estoy explicando de este modo.
Nadie persigue sufrir en su vida. Al contrario, creo que rechazamos todo aquello que nos causa dolor. Así que la depresión no es una opción. Siempre pasa por algo. Un trauma, malas experiencias continuadas y un largo etc.
Tengo casi 37 años. El tiempo es mi peor enemigo. Porque soy consciente de que he perdido mucho de ese tiempo metida en un pozo, otros tantos en ese proceso largo de recuperación, para ahora estar «medianamente bien» pero teniendo que lidiar día tras día con subidas y bajadas. Me siento orgullosa por lo que finalmente conseguí, pero terriblemente frustrada por todo lo que no he conseguido y he perdido por el camino. Como por ejemplo, ese primer trabajo que esperaba con ilusión y miedo a parte iguales. Años donde forjar la autoestima y seguridad.
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En Junio de 2007, después de mis prácticas de fotografía empecé a sentir punzadas en el pecho. Acabar los estudios de fotografía con notas excelentes pasando por una situación familiar desbordante fue hasta un milagro, pero claro, me pasó factura.
Supongo que mi cuerpo y mis neuronas no podían sustentarse más. Empecé a sentir tristeza diaria, punzadas, dolor en el pecho, insomnio. Me ahogaba porque empezaba a sentirme invisible. Por aquél entonces, comenzaba la gran crisis económica y con ella mi caída al precipicio. Nos independizamos, con la culpa que ello supone. No tener un trabajo con el que poder ayudar. Cuando no trabajar no había sido mi situación antes de ello. Y otra vez aparecieron mis pensamientos limitantes.
Eso me llevó a relacionar el trabajar con sentirse persona y merecedora de algo.
La ausencia de trabajo me convertía en un deshecho humano. Alguien que daba problemas y no servía para nada.
Esta idea, maldita la hora en la que se manifestó en mi vida, fueron, junto con la continuidad de problemas familiares, la razón por la que mi estado empeoró.
Cada vez era más pequeña, más invisible. Y cuanto más vulnerable, igual que cuando uno está más débil y flojo anímicamente, más expuesto y proclive a enfermar está.
Pero hasta mi nula autoestima escondía un as bajo la manga. Un ego muy grande en forma de vergüenza. Que escondió mi enfermedad aún en mis peores momentos. Los conocedores de mi estado fueron Oscar, mis padres y mis hermanos. Nadie más. Fingía para los demás. Y se me daba bien. No demostraba que estaba genial, pero sé lo que es no parecer una persona cuerda y yo no quería sentirme así. No lo podía permitir.
Absurdo ego.
Esa maldita vergüenza (prejuicios internos con los que hemos sido educados), me impidió ir a mi doctora de cabecera a desahogarme y que me ayudase. No solo con pastillas para calmar y rebajar mi ansiedad que oh! vaya si las necesitaba, sino con ayuda psicológica. La mayoría de veces no podía levantarme de la cama. No me atrevía. Siempre existía un: «mañana iré».
Ese «mañana» dió paso a 5 años. Donde conseguí ir a una psicóloga de la seguridad social, más interesada en su manicura que en lo que le estaba contando. O en algunas sesiones de grupo donde practicábamos relajación y acabé teniendo más ansiedad.
Por otro lado, la búsqueda de trabajo dio fruto en algunos temporales en los cuáles, a cual me trataban peor. Dí a parar a trabajos decentes y algunos que podrían haber sido mi sustentación para más que unos meses, pero di con personas con mala educación y problemáticas. Si, señores, la ley de Murphy. Ganaba una cosa pero perdía la salud. Me destrozaron aún más.
Mi entorno familiar seguía siendo pésimo. Y acrecentaba la vergüenza que sentía por lo que opinasen los demás.
Aparte de ello, para contrarrestar un poco todo, no hubo ni un solo día que no tomase fotografías. Era mi pasión, ese motor que nunca se quedó sin energía, que me ayudó a darme un poco de visibilidad en redes sociales. Un mundo paralelo que en parte me dio todo aquello que no tenía en mi día a día. Aprobación, autoestima, desahogos intermitentes.
Al no encontrar nada de fotografía, comencé a trabajar por mi cuenta. Fueron inicios duros y un camino agridulce.
Aún así gané dinero y conseguí sentirme útil y realizada. Aprendí, a base de prueba y error, gané en seguridad y empecé a tener un estilo propio. (muy diferente al actual).
Con la fotografía, comencé una terapia de recuperación a través de los autorretratos. En ellos quería expresar la mierda por la que pasaba de un modo más o menos bello. Ver belleza entre tanta miseria. Esa búsqueda de luz en medio de la oscuridad en realidad era un grito ahogado y profundo de mi yo que seguía escondida en algún lugar y que esperaba ser rescatada. Sabía que no estaba del todo perdida. Supongo que por eso aguanté tantos años de ansiedad y dolor sin medicamentos.
No fue fácil. Ni para la persona que dormía a mi lado. Pero esa persona jamás dejó de creer en mí. Incluso cuando dejé de reconocerme, él lograba hacerme una descripción exacta de quién era, de cuáles eran mis sueños, mis proyectos antes de que esto me engullera. Para que viera lo bueno que habitaba en mí.
No voy a extenderme mucho. El proceso de recuperación fue largo. Cuando hablo de recuperación tengo que ser sincera y hablar en presente. Porque una persona que ha pasado por una depresión tan larga y tan profunda, no se deshace de ella nunca. Pero aprendes a que forma parte de esas sombras que todo el mundo lleva consigo.
Me gustaría contaros muchos otros problemas que aparecieron a medida que estaba en ese proceso de recuperación. A los que me enfrento ahora mismo. Porque cada momento tiene sus circunstancias.
Decidí visitar a un psicólogo privado, 8 años después. Ya madre, y con otra vida diferente. Aunque no nos engañemos, otros disfraces pero mismas heridas.
Nunca, nunca permitáis dejar pasar tanto tiempo. ¡8 años de agonía son muchos años!. Todos necesitamos a una persona externa, neutra y cualificada para poder desahogarnos, para ayudar a encontrar ese equilibrio del que siempre hablo en mis escritos. Pero también es cierto que la sanación pasa por tu voluntad. La recuperación solo la hallarás dentro de ti. Me ha costado mucho tiempo entender esto. Todavía hago culpables a los demás de mi «desdicha», y, aunque en su momento quizás lo fueron, eso no da derecho a seguir así toda tu vida. Porque tenemos una. Y debemos vivirla.
De la depresión no me quedo con nada. En parte me ha destruido. Pero sin ella, quizás no valoraría esos pequeños gestos del día a día.
Necesitamos la dualidad.
No hay personas buenas y solidarias sin personas malas y poco empáticas.
Ni la verdad resonaría tan fuerte si no hubiera una mentira de por medio.
Ni siquiera luces,
si no estuviéramos también llenos de sombras y oscuridad.
..
Si te has sentido un poco identificado con mis sentimientos, decirte que no estás solo. Que si, que el mundo sigue girando y casi nadie va a reparar en lo que te pase. No te lo tomes de forma personal. Vivimos en una sociedad esclava de las prisas. Y la mayoría vive enferma, quizás no de depresión, sino de estrés, auto perfección…
Mira dentro de ti. Si, te parecerá una tontería porque quizás todo está oscuro, no tienes respuestas. Pero creo que solo tú sabes lo que sanar.Ah! Y no te sientas culpable por lo que no hagas en ese proceso. Da igual si llevas un año como 10. Siempre te juzgarán. Hagas lo que hagas.
Ten en cuenta de que parte de ese sufrimiento lo alimentamos nosotros. Duele pero alargar ese sufrimiento depende únicamente de nosotros.
A veces puedo verlo con más claridad, otras no. A veces también necesitamos pasar ese trance, ese proceso de manera auténtica. Sin renegar de ella, dejando que ese sufrimiento, si decidimos seguir sintiéndolo, vaya menguando.
Pero llegará un día en el que aprendamos a aceptar esas sombras como parte de esa dualidad tan necesaria. A girarte y decirles: «¡eh, por aquí tú no pasas!»
Y seguir andando. Tu propio camino de vida.
Siendo luz y siendo sombra al mismo tiempo.
Eres VALIENTE así en mayúsculas. Puedo identificarme con muchas de tus palabras. Es sorprendente cómo a veces parece que todxs hemos tenido recorridos similares hasta llegar al mismo punto. Mi depresión de la edad adulta (recuerdo otras en la adolescencia) también empezó en cuanto me gradué en fotografía, y también tiene un componente familiar super importante. Al final me pregunto si realmente era evitable que pasáramos por esto, no estoy segura, cada vez más pienso que la depresión es un síntoma de despertar. Sin está experiencia terrible, pienso, ¿Me habría atrevido a mejorar mi vida, a vivir? ❤
Mucha fuerza, Lorena. Estamos en el camino, claro, y con el mismo tiempo por delante que todos, ninguno sabemos cuál es, ni siquiera los que lo tienen todo clarísimo. Pienso, como Marina, que las depresiones no son evitables y que son una manera que a algunos nos pone la vida de subir las escaleras. Yo lo siento así porque desde muy pequeñita mi forma de ir madurando fue así, imagino se mezclan las personalidades, las formas de sentir, de pensar..en fin la vida. No es «normal» que una niña sienta una pena y una tristeza enorme en la etapa en la que deja de jugar con muñecas para pasar a salir un poquito con sus amigos. O que cuando tus hermanos pequeñitos te regalan un libro rompiendo la hucha estés con un congoja durante un mes… Todas estas formas de pensar o sentir contribuyen a como tomarse la vida. Y yo maduré siempre a golpe de lágrima, de pena…Y llega un punto en que toca crecer y salir al mundo «de verdad» y ahí es cuando yo creo, siempre desde mi opinión, solemos desmoronarnos, porque suele ser casi siempre a las mismas edades… Por todo esto pienso que a mí tenía que pasarme, que no era evitable esa caída con mi forma de ser. Y no somos ni peores ni mejores (otros también se caen o se caerán, unos lo hacen de una manera o de otra pero todos somos humanos y en algunos momentos vamos a sufrir), simplemente somos así y etiquetarnos (las etiquetas, desde mi punto de vista, nunca son buenas y etiquetar desde niño mucho menos) o cargar con el lastre ese tampoco arregla nada.
Dices que casi nadie te va a entender cuando te suceda y es totalmente cierto, a mí me pasaba mucho, pero es como todo, nadie entiende las cosas totalmente hasta que le suceden a él mismo y muchas veces cuando estamos mal queremos que lo que no entendemos nosotros lo entiendan los demás. Es muy duro lo que le toca a los que están al lado.
Es importante no ver la enfermedad como un tabú y tratarla desde el principio con naturalidad, contarlo a médicos, a amigos, a familia porque eso ayuda no sólo a tratarla y que te digan que es algo muy normal lo que te pasa, que no eres ningún bicho raro sino también a que ellos mismos sepan cómo actuar contigo, para que no tengan en cuenta ciertos comportamientos cuando no apetece relacionarse o se pueda tener una mala contestación con ellos, por ej. Porque nadie sabe las circunstancias del de al lado y puede que la otra persona esté igual o peor.
¡Menudo rollo estoy soltando! Mi conclusión es esa, que la vida, como tú dices, son luces y sombras, para todos, en distintas etapas de la vida. Que cuando te ves inmersa en la nube negra es difícil pensar y discernir nada y que la ayuda de alguien que desde fuera ayude a organizar los pensamientos erróneos es clave e importante. Y que la esperanza y el cambiar los pensamientos negativos por realistas (no por positivos) también.
¡Un abrazo y un besazo!!
Gracias Lorena por compartir tanto. Me siento identificada. Tengo 40 años y estoy en el principio muy principio de la recuperación, pero leerte me da esperanza.
Yo no soy madre y tengo miedo de no poder serlo por esta carga tan grande que arrastro y que oculta mi yo que aún no sé dónde está.
Pero querer curarse, cambiar, tiene que ser bueno, ser el principio de algo bueno. O eso creo.
Gracias de nuevo.
Un saludo,
Isabel
Hola, Isabel
Gracias a ti por entrar y leerme.
Entiendo esa sensación. Creo que tendré 40 años y seguiré sintiendo que no ha llegado mi momento para cosas que los demás llevan haciendo sin ningún problema hace años. Y lo de ser madre, uf, si te contase…
Para mi ser madre no fue nada fácil. Imagina decidir serlo aún a sabiendas que a veces no me encontraba del todo bien y con un problema que arrastraba desde adolescente… Y luego que tardé casi 2 años en que llegase. Eso me destrozó aún más. Vuelven los fantasmas del pasado y se juntaron con ese problema. Y todo se hizo una bola.
Hasta que llegó. Y cuando llega, aunque sea tarde, el tiempo se para. Y dejas de pensar en la edad, el tiempo. Aunque luego empiece a rodar otra vez ese reloj… pero te digo que nunca es tarde. Si realmente lo quieres. Y si no estás segura, hay una vida hermosa sin hijos.
No te presiones, deja que esa tristeza se manifieste. Y claro que si, querer cambiar, querer curarse es ya entrar en ese proceso de recuperación. Y lo conseguirás. Seguro.
Lo que pasa es que cuando estamos tan mal, el tiempo es nuestro peor enemigo y hace que el camino nos pese aún más.
Gracias por abrirte.
Un abrazo.
Mil gracias, Marina
Qué te voy a contar yo a ti que tú no sepas…
Poco a poco, se sale.
Lo mejor de todo, las personas que pasan por lo mismo y llegas a conocer. Son tan especiales!
Como tú.
Un besazo.